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"Nosotros usamos el Cannabis
¿Sabes?.Usamos la yerba.La yerba es la salud de la nación como el alcohol es la destrucción de la humanidad... ¿Por qué, por que esa gente quiere impedir algo que es tan bueno para todos? Ellos que se dicen gobierno cuando dicen que no debemos usar la yerba. busco y no encuentros razones para no suarla".
Bob Marley

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Canadá: El Comité del Senado sobre Drogas recomienda legalizar el cannabis

El Comité Especial sobre Drogas Ilegales ha presentado el pasado 4 de septiembre su informe encargado por el Senado de Canadá, en el que se muestra por unanimidad a favor de la legalización del uso del cannabis, mientras que advierte que debe venderse con una regulación especial, como ocurre con el alcohol.

"Esencialmente el Comité recomienda que la marihuana, a partir de ahora, sea legal y que esté disponible para uso restringido para que los canadienses puedan elegir si consumirla o no", dijo el presidente del Senado Pierre Claude Nolin al Comité. Y agregó: "En una sociedad libre como la nuestra, depende de cada uno decidir si quiere consumir cannabis o no. No queremos incitar a ese consumo más que lo hacemos al del alcohol".

En su informe de 600 página el Comité concluye diciendo que el cannabis no es una "puerta de entrada a otras drogas", como se la ha considerado, y que es mucho menos peligrosa que el alcohol. Dice que la "prohibición de cannabis es mucho peor para la salud y el bienestar de los canadienses que la propia sustancia."

Con respecto a los beneficios médicos, el Comité recalca que son "claros, las indicaciones aún no definitivas de los efectos terapéuticos de la marihuana son: como analgésico en el dolor crónico, antiespasmódico en la esclerosis múltiple, anticonvulsivo en la epilepsia, antiemético en la quimioterapia y estimulante del apetito en la caquexia."

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¿Cuál es el futuro que se pronostica a corto plazo para el movimiento antiprohibicionista?
 
-Se estima de cinco a diez años máximo para que las leyes empiecen a caer por sí mismas.
Ya han comenzado los mismos represores a decir que no han conseguido bajar los niveles de
consumo a nivel global, que no han conseguido la victoria deseada con sus programas antidrogas,
y que, al contrario, cada día avanza más. Y esto sucede a nivel global, no solamente en Estados
Unidos, donde ya son siete los estados que aprobaron el uso de la marihuana "compasiva", o para
uso medicinal. En Suiza se han aprobado también leyes para el consumo del cannabis; en Holanda,
ya ves la tolerancia que existe, en España, sin duda, se percibe también, a pesar de la
"ley Corcuera". Y cada vez más se erigen voces a favor de que se lleve a cabo una política más
realista, por lo menos de la marihuana. Para las otras drogas tardará más, se reglamentará de
otro modo. Lo ideal sería que el Estado se hiciese cargo, le vendría bien, obtendría un dinero
por impuestos que le permitiría paliar los efectos secundarios de estas sustancias; ahora gasta
en represión dinero que se pierde en corrupción, blanqueo de dinero y daños contra el ciudadano.
 Tanta racionalidad apabulla, pero el sistema resiste. En la misma España, que en su Constitución
garantiza el derecho del ciudadano a consumir lo que le plazca, la ley Corcuera sanciona al que
posea un porrito de marihuana por posesión "ilícita", presuponiendo que existe una posesión
lícita.
 
 

CANNABIS PARA LOS VÓMITOS
Ricardo Navarrete
 
La náusea y el vómito son síntomas. No constituyen enfermedad en sí, sino que, como la fiebre y
el dolor, se presentan en un gran número de situaciones, tanto orgánicas (trastornos del
tracto digestivo como la úlcera de estómago o la gastritis, determinadas patologías del sistema
nervioso central como los tumores cerebrales o la meningitis, del oído interno o vértigo del
laberinto, irregularidades metabólicas, y como efecto secundario de gran número de medicamentos,
pleados contra el cáncer y los opiáceos) como psicológicas (en muchas situaciones, como el
llamado vómito de anticipación en el caso de la quimioterapia, en el que el paciente empieza a
presentarlos incluso antes de la administración del fármaco, con el simple recuerdo de la
experiencia vivida en la sesión anterior). La náusea y el vómito son controlados por su centro
neuronal correspondiente situado en la médula espinal. A él llega el estímulo emético desde
distintas partes del cuerpo (aparato digestivo, vestíbulo ótico), y de él parte la respuesta
motora que provoca la expulsión al exterior del contenido alimenticio y que consiste
básicamente en la inversión de la motilidad del tránsito intestinal y del cierre de las vías
aéreas para impedir que el producto vomitado pase a los bronquios (fenómeno denominado
aspiración), lo que podría dar lugar a una grave neumonía.
El inicio de los estudios sobre la capacidad antiemética de los cannabinoides se inició por
observaciones anecdóticas: un adolescente fumador habitual de marihuana y que fue tratado con
quimioterapia para un linfoma que desarrolló constató que consumir cannabis antes de las
sesiones hacía disminuir estos síntomas, lo que comprobó el propio médico que seguía su caso.
Actualmente se sabe que los agonistas de los cannabinoides inhiben la activación de determinados
receptores serotoninérgicos, los denominados 5-HT3, lo que supone una base lógica que
justifica esta propiedad (1). Pero la aceptación y la aprobación de la comercialización
farmacéutica de un cannabinoide se realizó sobre una base empírica, sin conocerse el mecanismo
por el que ejercía este efecto terapéutico. Era tanta la evidencia que el Ð9-tetrahydrocannabinol
(o Ð9-THC, dronabinol o Marinol®) fue aprobado a principios de los setenta en Estados Unidos
por los Laboratorios Roxane, con la indicación autorizada por las autoridades sanitarias para
paliar el vómito en la quimioterapia. El motivo por el que los estudios de su capacidad
antiemética se centraron en este tipo de émesis fue por una necesidad de encontrar nuevas
herramientas eficaces para los graves efectos secundarios de los eficaces y necesarios
citostáticos que estaban apareciendo en el mercado, y que a veces son tan intensos que ponen
en riesgo la continuidad del tratamiento por rechazo del propio paciente. Los temen más que
a la propia enfermedad que se supone deben curar, para algunos son tan insoportables que se
niegan a continuar con el tratamiento (2).
En la práctica clínica habitual se ha utilizado, y se sigue haciendo, un gran arsenal de
medicamentos para estos síntomas. Los antihistamínicos, principalmente para el control de la
náusea y el vómito asociados con la enfermedad del oído interno o vértigo. Las fenotiazinas, a
dosis inferiores a las utilizadas para el control de la psicosis, bloquean los receptores de
dopamina y aumentan la presión del esfínter esofágico inferior; son eficaces, pero a menudo
causan efectos secundarios desagradables, particularmente síntomas extrapiramidales.
Los corticosteroides, las benzodiacepinas y la metoclopramida se usan también contra los
vómitos inducidos por la quimioterapia.
A finales de los setenta, varios estudios comparaban el dronabinol oral con placebo, así como
con la procloroperacina, la fenotiacina y la metoclopramida. Los resultados en conjunto
demostraban claramente que este cannabinoide es un medicamento eficaz contra el vómito para
pacientes que reciben quimioterapia para el cáncer, sola o en combinación con otros que ya se
venían utilizando. También se ha comparado éste cannabinoide aislado con el consumo de la
totalidad de la planta, obteniéndose el mismo efecto terapéutico aunque presentando menos
efectos secundarios psíquicos la segunda opción terapéutica. Especialmente eficaz resultan las
formas alternativas a la digestiva (como por vía inhaladora), dada la intolerancia gástrica
resultante. Resulta difícil concebir fumar marihuana en los modernos hospitales en los que ni
si quiera se permite fumar tabaco (...); lo que no hay duda es que para algunos pacientes es
beneficioso (3).
A principios de los noventa se comercializaban en nuestro país un nuevo grupo de fármacos
(el ondansetrón o Zofran, el granisetrón o Kytril y el tropisetrón o Navoban) de la familia de
los antagonistas de los receptores serotoninérgicos 5-HT3, que se está demostrando hasta ahora
el único claramente más eficaz que los cannabinoides. Además, los efectos secundarios suelen
ser infrecuentes y normalmente poco intensos. También tienen la ventaja de que son hidrosolubles
y por lo tanto admiten su administración intravenosa. En combinación con otras drogas
constituyen actualmente el pilar fundamental de la terapia antiemética para este tipo de
pacientes.
Parecería, pues, no justificado el estudio y los tratamientos con cannabinoides con la aparición
de estos nuevos y potentes antieméticos. Pero el 10 y el 20% de los pacientes no responden a
estos fármacos, tampoco son eficaces en la llamada émesis tardía (la que ocurre días después
de la sesión de citostáticos), y en último caso se pueden usar juntos (cannabis y medicación
clásica), ya que no existe intolerancia entre ellos y aumentaría el efecto terapéutico final,
permitiendo disminuir las dosis. También hay otras patologías graves en las que las náuseas y
los vómitos constituyen uno de los principales síntomas que empeoran el pronóstico y la calidad
de vida de los pacientes, no sólo contra los efectos secundarios de la quimioterapia para el
cáncer, en los que los cannabinoides se ha mostrado igualmente eficaces: en el sida, la hepatitis,
la esclerosis múltiple, la prevención de las neumonías por aspiración tras la anestesia (4),
etcétera. Actualmente se sigue con el estudio de los cannabinoides, buscando mayor potencia
terapéutica (como es el caso del levonantradol y el 7-hidroxi-delta-6-tetrahidrocannabinol) y/o
menores efectos secundarios psíquicos (como el Ð8-THC, ensayado especialmente en niños).

CANNABIS Y PULMONES
Ricardo Navarrete
 
El consumo de cannabis se relaciona con los pulmones y la función respiratoria bajo dos aspectos:
la posibilidad de su uso terapéutico en enfermedades como el asma y el enfisema, y el daño que
puede ocasionar cuando es consumida por vía inhalada.
Efectos beneficiosos
El asma es una enfermedad de origen desconocido, aunque se sabe que con un importante componente
inmunológico, caracterizada por episodios de broncoespasmo o disminución del calibre bronquial
provocados por la contracción de su musculatura ante diversos estímulos: alergenos exógenos
(como el polen, el polvo, plumas, pelo de animales, caspa) o factores endógenos de tipo
psíquicos (estrés emocional). Se produce también una importante inflamación y un aumento de la
mucosidad en el epitelio (pared interior) de dichos bronquios, lo que viene a agravar aun más
el cierre de su diámetro, dando lugar a un menor flujo aéreo, una disminución del intercambio
gaseoso con la sangre y un cuadro de insuficiencia respiratoria.
La administración aguda de cannabinoides tiene efecto broncodilatador. Se ha comprobado este
efecto en animales de experimentación y en humanos en varios estudios llevados a cabo desde
los años setenta y con el suficiente rigor científico, ya que se pudieron objetivar los resultados
obtenidos mediante aparatos especiales que miden la capacidad y la función respiratoria.
Tanto en individuos sanos como en pacientes asmáticos, la administración de un porro (con un 2%
de THC) o de THC oral (15 miligramos) provocan una respuesta broncodilatadora equivalente a
la producida con dosis habitual de otros broncodilatadores empleados en la clínica diaria. Así
mismo, se ha podido constatar que un antagonista del sistema cannabinoide bloquea el efecto del
THC, con lo que se demuestra que esta acción está mediada por dicho sistema. Aunque el efecto de los preparados comerciales comparado con el de los cannabinoides es de aparición más rápida, pasada una hora se igualan, y después estos últimos son más eficaces y su acción es más duradera. Esta broncodilatación también puede ser beneficiosa en otra enfermedad pulmonar, el enfisema.
El motivo de este efecto radica en que el sistema endocannabinoide local ejerce un importante
papel en el mantenimiento del tono fisiológico del músculo del bronquio, respondiendo con una
relajación (que se traduce en una dilatación) cuando recibe un estímulo irritante. Se han podido identificar en el mismo epitelio bronquial receptores cannabinoides y síntesis local de anandamida, el cannabinoide endógeno, y también se baraja la posibilidad de que las propiedades antiinflamatorias e inmunomoduladoras con las que también cuentan estas sustancias ejerzan una influencia positiva en esta enfermedad. Así mismo, la administración de cannabinoides ha demostrado tener un efecto antitusígeno. Disponemos de un mecanismo de actuación terapéutico distinto al empleado por otros medicamentos (como los broncodilatadores betabloqueantes o los antiinflamatorios esteroideos), lo que hace que se puedan emplear conjuntamente, potenciando sus efectos y permitiendo una menor dosificación y menores efectos secundarios.
Sin embargo, el humo de la combustión de la marihuana contiene sustancias irritantes para el
aparato respiratorio, por lo que el empleo de esta planta por vía inhalada no es admitido por
la comunidad científica. Aunque en los estudios antes comentados daba como resultado un beneficio
del paciente, se desconocen las consecuencias de su uso a largo plazo, y en ocasiones las
partículas irritantes han dado como resultado una crisis aguda de broncoespasmo y tos.
Actualmente se trabaja en comercializar un nebulizador a partir de cannabinoides, como los ya
existentes con otros principios activos.
Efectos negativos
Sobre los pulmones, los cannabinoides en sí no causan daño alguno; el único problema que podrían
plantear es cuando se administran por vía inhalada. Los estudios y tratados anteriores a la
era del tabaquismo no hacen referencia a posibles efectos negativos bronquiales; todo lo contrario,
era utilizado para tratar enfermedades pulmonares. Actualmente tampoco existe identificada una
epidemia poblacional de problemas respiratorios relacionados con el consumo inhalado de cannabis, ni siquiera ningún caso individual descrito de cáncer de pulmón achacable a él. Pero es lógico pensar que puede ser dañino para los pulmones, así que se han estudiado sus componentes, comparándolo con el tabaco y analizando el riesgo teórico de su consumo a largo plazo.

Las diferencias peculiares entre estas dos sustancias son la nicotina del tabaco y los cannabinoides
de la marihuana. El humo de la combustión de ambas posee las mismas partículas irritantes y es
en potencia causante de bronquitis y, en último extremo, de cáncer. La explicación posible de
que no se den más enfermedades pulmonares relacionadas con el consumo fumado de cannabis tal
vez sea el hecho de que entre los consumidores habituales de éste lo más frecuente es hacerlo
de forma esporádica (el efecto mental de los cannabinoides suele llegar a la saturación y a la
administración autocontrolada). Incluso el denominado consumidor heavy (escasísimo) sólo
necesitaría de unos pocos cigarros para estar constantemente bajo sus efectos. Por el contrario,
el más habitual dentro del tabaquismo es el consumidor compulsivo (la nicotina pide más nicotina),
siendo la norma unos 20 cigarros al día y escaso su uso esporádico. Sea por este motivo o no,
aunque la marihuana tenga el mismo poder irritante que el tabaco, en individuos sanos el hábito
de fumarla sólo conlleva un ligero aumento de riesgo de padecer enfermedades respiratorias
comparado con la población general. Tampoco se ha constatado un aumento de incidencia de
enfisema a largo plazo. Hay que destacar, así mismo, que influye la forma de fumar: en un
estudio se equipara el daño de 1 porro con el de 4 cigarros de tabaco por el hecho de consumirlo
mediante inhalaciones profundas y mantenidas, lo que aumenta considerablemente la absorción de
alquitrán.
Otros efectos negativos agudos posibles son la neumonía por hongos por contaminación de la planta,
especialmente peligroso en pacientes inmunodeprimidos, y el desencadenamiento de un cuadro de
neumotórax en pacientes predispuestos, por la costumbre generalizada de consumir mediante inhalaciones
profundas y rápidas.
Conclusiones
En la marihuana fumada como terapia, el efecto negativo bronquial habría que valorarlo desde el
punto de vista de la patología para la que está prescrita y de los beneficios que se van a
conseguir. No tiene sentido tenerlo en cuenta en los pacientes terminales, o en aquellas
enfermedades crónicas en las que habría que recurrir a este tratamiento sólo en crisis sintomática
(en la mayoría de las veces basta con unas caladas para el control de los mismos), pero no
como terapia de mantenimiento. En este último caso, o cuando exista enfermedad broncopulmonar,
se puede recurrir a otra vía de administración (digestiva, sublingual) y utilizar la ruta inhalada
(usando marihuana muy potente y en vaporizadores, para disminuir el riesgo) sólo en las reagudizaciones.

 

Juzgan por tráfico de drogas a un joven que invitaba a una raya a un amigo
 
Eran los carnavales de Águilas y esa semana es un total desenfreno. «Yo sólo quería invitar a un amigo a una raya». Esos son los argumentos utilizados por un joven de 25 años para explicar que la Guardia Civil lo encontrara en su vehículo con otro joven, 11 bolsitas de cocaína y 18 pastillas de éxtasis.

El acusado explicó durante la vista en la Audiencia que la droga había sido comprada en Murcia «porque estaba barata» y la iba a consumir con su grupo durante las fiestas. El testimonio no pareció convencer al Ministerio Fiscal que solicita una pena mínima de tres años por tráfico de drogas. El hecho de que el joven invitara a otro a acompañarlo a su vehículo, tuviera una gran cantidad de droga y estuviera dispuesta «al uso para su distribución», son para el fiscal razones suficientes para estimar que fue adquirida para su venta.

 
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SI BEBES, NO CONDUZCAS... ¿Y SI FUMAS?
Joan-Ramón Laporte
 
Los accidentes de tráfico son una de las más graves epidemias de nuestra sociedad, y constituyen la primera causa de muerte entre 15 y 35 años. El alcohol afecta la capacidad de conducción y es uno de los principales enemigos de la seguridad en carretera. No sólo disminuye la rapidez de reflejos, sino que además da una falsa sensación de seguridad: si se ha bebido, se conduce a una velocidad superior a la habitual, y con menos reflejos de los normales.
El efecto de la marihuana no es el mismo que el del alcohol. Aunque ambos disminuyen los reflejos, la marihuana no da la (falsa) sensación de seguridad propia del alcohol. Cuando conduces fumado y crees que vas a 120 por hora, compruebas que en realidad no pasas de 50.
Recientemente se ha publicado un trabajo en el que se revisaron de manera sistemática los estudios sobre accidentes de tráfico en relación con el consumo de marihuana. Los autores llegaron a tres conclusiones: que consumir marihuana sola (sin otras drogas) no aumenta el riesgo de accidente grave o mortal, que consumirla con alcohol es especialmente peligroso y que es posible que el consumo de marihuana disminuya incluso el riesgo de accidentes graves, pero que incremente el de los leves.Veamos por qué:
Marihuana y conducción de vehículos
Los términos médicos con los que se describen los efectos de la marihuana sobre el sistema nervioso son ligera euforia, relajación, aumento de la sociabilidad, potenciación de las percepciones sensoriales y hambre. Otros efectos habituales, no tan deseables o buscados con su consumo, son afectación de la memoria, alteración de la percepción del paso del tiempo y menor rendimiento en diversas tareas, como escribir a mano u otras actividades de coordinación motora. Naturalmente, esto implica la posibilidad de que fumar marihuana incremente el riesgo de accidente de tráfico.
Los efectos de la marihuana sobre la conducción de vehículos han sido examinados en condiciones experimentales y en estudios sobre accidentes de tráfico reales. En los primeros se intenta evaluar hasta qué punto el THC altera las capacidades necesarias para conducir (sensoriales, reflejos, capacidad de improvisar ante situaciones imprevistas). En los segundos se examinan los resultados en la vida real. Los primeros producen resultados más precisos, pero también más alejados de la realidad: las motivaciones de quien conduce no son las mismas si está ante una máquina experimental, si vuelve a su casa después de una noche complicada o si lleva a los niños a la escuela por la mañana. Los estudios sobre accidentes reales pretenden observar directamente el problema (en este caso los accidentes de tráfico); su principal inconveniente es que la vida real es mucho más complicada y tiene muchos más ingredientes que las simples causa (fumar marihuana) y consecuencia (accidente) de interés.
Por eso, es conveniente examinar los resultados de ambos tipos de estudios, compararlos y tratar de encontrar explicaciones que sean compatibles con los resultados de unos y otros.
Estudios en condiciones experimentales
En numerosos estudios el alcohol ha sido reconocido como causa importante de accidentes de tráfico, y se calcula que hasta un 40% de las muertes por esta causa son atribuibles a su efecto. Dado que, en la vida real, el consumo de alcohol y marihuana es muy frecuente, es preciso conocer qué ocurre cuando se consumen ambos a la vez. Para ello, hay que examinar qué efecto tiene la marihuana, qué efecto tiene el alcohol y qué efecto tienen ambos a la vez.
El efecto de los psicofármacos sobre la capacidad de conducción de vehículos se examina en laboratorios experimentales de conducción simulada (parecidos a las máquinas recreativas) o bien en situaciones de conducción real (en circuito cerrado). Se han realizado siete estudios de conducción simulada y seis de conducción en circuito, en los que se compararon los efectos de la marihuana con los del alcohol. Los resultados globales de todos ellos concuerdan entre sí, e indican que la marihuana no produce el mismo efecto que el alcohol. Tras el consumo de este último aumenta la velocidad, aumenta el número de adelantamientos y se guarda menor distancia con el vehículo precedente. Por el contrario, cuando se fuma marihuana se disminuye la velocidad, se reduce el número de adelantamientos y se mantiene mayor distancia con el vehículo que precede al del estudio.
Por otra parte, el efecto de la marihuana sobre la conducción es breve (mientras dura el colocón), mientras que el del alcohol persiste durante horas.
En una revisión de estos estudios, los autores concluyeron que la marihuana parece afectar la conducción, pero, a diferencia de lo que ocurre con el alcohol, el conductor se da cuenta de ello, de modo que compensa el riesgo conduciendo con mayor lentitud y aplicando en general un comportamiento más prudente. No obstante, advertían que la mayor concienciación de los fumadores de marihuana no servía para hacer frente a los acontecimientos inesperados.
Marihuana y accidentes de tráfico
No es fácil analizar el riesgo de accidente de tráfico asociado al consumo de marihuana. La manera más adecuada consiste en comparar a los conductores que han participado en accidentes con otros conductores que pasaban por allí, pero que no sufrieron accidente, y examinar, en unos y otros, qué porcentaje la habían consumido.
El concepto es fácil de comprender, pero el diseño de los estudios y la interpretación de sus resultados no son tan sencillos.
Por una parte, no siempre es fácil distinguir a los conductores culpables de los no culpables, porque la responsabilidad no siempre es fácil de establecer.
Por otra parte, hay que examinar si los conductores ingirieron otras drogas que pudieran influir sobre la capacidad de conducir.
En tercer lugar, hay que tener en cuenta que no todos los accidentes son registrados por la policía.
Además, hay que decidir cómo se determina que un conductor consumió marihuana. El examen del aire espirado sirve para conocer las concentraciones de alcohol en sangre, pero para conocer las de THC hay que obtener una muestra de sangre.
Las pruebas analíticas relativas a marihuana son más difíciles de interpretar que la prueba del aire espirado con el alcohol. La presencia de derivados cannabinoides en orina no refleja las concentraciones plasmáticas de THC; por ejemplo, una o dos semanas después de fumar un porro las concentraciones plasmáticas de THC serán indetectables, pero se seguirá excretando un derivado (llamado COOH-THC) por la orina. En algunos estudios se ha determinado que una persona está fumada si se detecta COOH-THC en su orina, pero eso es incorrecto, porque es sólo indicativo de algún uso en las dos semanas anteriores a la fecha del análisis.
Se han realizado cinco estudios sobre accidentes de tráfico, alcohol y marihuana, en los que se compararon conductores culpables con no culpables. El primero data de 1982 y se desarrolló en el Estado de Nueva York sobre los heridos y hospitalizados a causa de accidentes de tráficos. El segundo data de 1985, en California, sobre accidentes mortales. El tercero, también sobre accidentes mortales, fue realizado en siete estados de Estados Unidos en 1992. El cuarto, sobre 1.045 accidentes mortales en Australia. El quinto fue también australiano, sobre accidentes que precisaron hospitalización. Entre todos los estudios, 3.555 conductores culpables y 1.568 no culpables.
En cuanto al alcohol (sin marihuana), entre los 3.555 conductores culpables, un 33% presentaron alcoholemia significativa, comparado con un 6% de los no culpables. Este resultado indica que el consumo de alcohol aumenta el riesgo de accidente de tráfico grave en más de 7 veces, y es compatible con los de otros estudios en los que se examinaron específicamente los riesgos asociados al alcohol.
En cuanto a la marihuana, presentaron una prueba positiva (y negativa a alcohol) un 3,8% de los conductores culpables y un 7,3% de los no culpables. Esto podría indicar que la marihuana protege contra los accidentes de tráfico.
No obstante, hubo un 41% de los culpables y un 7% de los no culpables que habían ingerido simultáneamente alcohol y marihuana. Estos resultados significan que el consumo simultáneo con alcohol implica un aumento del riesgo de accidente similar al observado con alcohol solo.
Es de destacar, entre esta maraña de cifras, que, en conjunto, un 16% (258 de 1.568) de los conductores no culpables, supuestamente representativos del conductor medio en Estados Unidos y en Australia, conducía después de fumar marihuana, sin mayores consecuencias. La cifra correspondiente para el alcohol es del 7%. Esto parece indicar que la gente se atreve más a conducir bajo el efecto de la marihuana que bajo el del alcohol.
Los autores advierten que en estos cinco estudios se incluyeron sólo accidentes con resultado mortal o grave, por lo que no pueden descartar que cuando vas emporrado pueda aumentar el riesgo de accidentes leves.
Personalmente, no creo que los datos reunidos hasta ahora permitan afirmar que conducir fumado sea seguro. Pero lo que está claro es que el alcohol es peligroso. El lema sigue, pues, vigente: si bebes, no conduzcas.
Cannabis y conducción de vehículos
Según estudio relativo a drogas y conducción de vehículos, encargado por el Observatorio Europeo de Drogas y Tóxicodependencias (OEDT), los resultados sobre si el cannabis afecta a la conducción o aumenta el riesgo de accidentes en carretera son poco concluyentes. Tras estos estudios no se encontró ningún efecto significativo sobre la percepción, y aunque otros advirtieron de cierta debilitación de la atención y de la memoria a corto plazo, son efectos observados con dosis más altas.
Otros estudios sobre el terreno apreciaron en conductores implicados en accidentes de tráfico trazas de la presencia de cannabis en la orina, pero, como estos análisis dan resultados positivos hasta un mes después de consumido el cannabis, no resultan fiables.
Algunos estudios indican que el cannabis no plantea alto riesgo para los conductores, puesto que se comprobó que quienes conducían bajo la influencia de esta sustancia, de hecho, conducen con más atención.
Fuente: Informe anual sobre el problema de la drogodependencia en la Unión Europea.
 

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